Resiliencia es una palabra que ha cobrado fuerza en los últimos tiempos, pero entenderla en su totalidad y definirla como un solo concepto ha costado a los profesionales de la salud mental años de estudio; porque es solo cuando se experimenta que realmente llegamos a percibir todos los factores que la componen, para cada persona y según la situación. No hay momento preciso ni proceso exacto para alcanzarla. Por lo anterior, hoy intentaremos hacer un recuento de sus cualidades más importantes y, con suerte, explicar este importante proceso humano que todos necesitamos.
Entrando en materia, la definición más universal de resiliencia nos habla de un proceso de adaptación o nuevo desarrollo después de pasar por una adversidad, llámese trauma, accidente, amenaza a la vida o cualquier tensión que sea significativa en el momento vital.
Considero que la imagen más apropiada es la de un resorte que luego de ser “aplastado” rebota hacia arriba y vuelve a su estado natural; o incluso se elonga más para moverse de lugar y ojalá, no ser aplastado de nuevo, “circunstancia que el resorte no puede controlar”. Detengámonos un momento en esta última frase; la resiliencia no implica que no se experimente sufrimiento en el proceso. Esto quiere decir que, aún, después de pasar el impacto, aceptar el aprendizaje y comenzar el camino de recuperación, lo ocurrido nos puede volver a doler, o podemos volver a ser aplastados ¿Que es la vida sino un viaje en que hemos pasado situaciones de presión profunda hacia abajo y otras de pegarnos un estirón hacia arriba?
Sin embargo, la forma en que nos adaptamos a estos cambios naturales del viaje pueden depender de múltiples factores que comienzan a gestarse desde nuestra niñez. Hoy no nos centraremos en la huella que el pasado imprime en nuestra forma de resiliencia (porque todos la tenemos en diferentes dosis y modos), sino en los factores que, al momento de leer este texto, consiguen afectar tu adaptación y aceptación de las situaciones conflictivas con las que lidias hoy.
Sabemos que a ninguno nos han enseñado a ser efectivamente resilientes, pero aquí hay una buena noticia: todos nacemos con esta capacidad. Solo hay que conectarnos con algunas técnicas como la que hoy te traemos, para empezar a utilizar lo que la naturaleza y nuestros padres nos dieron:
1. Todo momento de adversidad tiene un fin. Puede que no controles el suceso que estás viviendo una vez llega a ti, pero sí puedes cambiar la manera en que interpretas los hechos tal y como suceden (sin juicios) aceptando las emociones que naturalmente aparecen. Recuerda que esta situación es temporal. Así como han pasado momentos buenos de tu vida esta inestabilidad también pasará, pero depende de ti que el sufrimiento se alargue, y los aprendizajes que queden una vez termine.
2. Establece vínculos positivos con las personas que te rodean. En momentos de crisis es cuando más notamos que no podemos hacerlo todo solos; aceptar la ayuda de personas que te quieren escuchar o acompañar, por mucho que no puedan solucionar la situación, sí puede disminuir la carga que experimentas. Por otro lado, cuando eres tú quien ayuda a otro y creas relaciones recíprocas, se otorga un nuevo enfoque a la situación.
3. Muévete hacia tus valores. Descubre qué es lo que realmente te importa; aquello que da sentido a la vida que consideras que vale la pena vivir, incluso en medio de la dificultad, mirando más allá de esta. Luego de que conectes con ello establece metas pequeñas y realizables para cada día.
Si hoy la adversidad es la cuarentena que te impide ver a alguien importante… ¿cómo puedes aportar desde tu realidad hoy al valor de amar más a esa persona? Tal vez, ponerse una “cita” para comer viéndose por Whatsapp mientras recrean el escenario de un lujoso restaurante...
4. Activa tus metas. Actúa de la mejor manera que puedas para alcanzarlas. Es común que ante amenazas nos paralicemos por un momento mientras nos ajustamos, pero no te quedes en esa parálisis por más tiempo del necesario. Cuando logres tener ideas de solución en tu cabeza, empieza a ejecutarlas poco a poco con gestos básicos que te acerquen a tu objetivo final. Adicionalmente, no evites el problema por percibir que es mayor a tus capacidades. Si empiezas a movilizarte a la acción esa montaña delante de ti irá perdiendo su altura hasta convertirse en un terreno que puedas recorrer.
5. Acepta el cambio. Es posible que como resultado de la situación adversa la vida se modifique un poco; por lo tanto, ábrete a esos nuevos cambios y apropiate de ellos como una nueva realidad a la que sin duda puedes adaptarte. Por ejemplo, piensa en las veces que iniciaste un nuevo proyecto, como ir a vivir solo o empezar en un empleo. Tú vida, seguramente, no volvió a ser exactamente la misma, pero el cambio trajo cosas que pudiste adaptar a la que ya tenías.
6. Descubrete a ti mismo. Cada adversidad es un escenario ideal para conocer cosas sobre nosotros mismos, ya que al vernos obligados a encontrar nuevas formas de solucionar problemas nos volvemos un poco más creativos y con nuestras propias herramientas vamos reescribiendo aprendizajes. Aquí varios ejemplos: podemos mejorar algunas relaciones personales, aumentar la fuerza física y mental, desarrollar nuestra espiritualidad, o resignificar la vida y su propósito.
7. Cuida de ti mismo. En situaciones difíciles encontrar una solución se vuelve la prioridad, por lo que olvidamos que para lograr nuestros objetivos, primero, debemos contar con buena salud de cuerpo y mente. Por lo anterior, una de las metas hacia la superación de las dificultades debe ser el cuidado personal que nos permitamos. Esto incluye encontrar momentos para enfocarnos en nuestras propias necesidades: comer algo delicioso, tomar 30 minutos del día para relajarte y hacer una actividad placentera, hablar y desahogarte con alguien de confianza, hacer todo lo que esté en tus manos para mantener una buena higiene del sueño, entre otras.
8. Expresa tus sentimientos. Ya sea hablando directamente con tu familia, un amigo o un profesional, escribiendo, pintando o incluso cantando. Es importante que le des espacio a la emoción de ser expresada en diversas formas, primeramente, para conocer e identificar exactamente qué es lo que experimentas dentro de ti cada día (que cambia constantemente). Además de regular aquellas emociones más fuertes y no luchar contra ellas o juzgarlas como algo malo que no deberías sentir.
Al encontrar la fuerza interna (que te prometo que tienes allí adentro) para seguir estos pasos y lograr una “buena” adaptación, estaríamos utilizando al máximo nuestra resiliencia; sin embargo, son habilidades que tenemos que practicar con una actitud de apertura y flexibilidad. Por eso me atrevo a decir ¡bienvenido a todo aquello que me haga practicar mi resiliencia y darme cuenta que, pase lo que pase, mi “YO” puede hacerle frente a esto como lo he hecho en ocasiones pasadas!, (solo que ahora tengo más herramientas que utilizar para ir, paso a paso, creciendo como ser humano).
Si te gustó este texto y quieres aprender más sobre el tema de resiliencia y aceptación radical, escríbenos y déjanos tus opiniones y preguntas que con gusto las responderemos. O comentanos ¿cuál ha sido la situación más difícil que has tenido que aceptar y cómo puedes ver reflejada tu capacidad de resiliencia? Será un placer leerte y aprender de ti.
Este texto fue creado a partir de la información recopilada por la American Psychological Association, redactado por Gabriela Ferrero, Psicóloga clínica y de la salud, quien tiene experiencia acompañando a pacientes diagnosticados con cáncer y editado por Bernardo Tocua Tapia, psicólogo y salubrista en la ciudad de Bogotá, Colombia, en el 2020.
American Psychological Association (.s.f.). El camino a la resiliencia. Recuperado de https://www.apa.org/centrodeapoyo/resiliencia-camino
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